Dricus Du Plessis lanza una bomba y clava su opinión sobre Conor McGregor: “Todos tienen un poco de envidia del hombre. Está sentado en su yate, ¿sabes?”. En el mundo del MMA, las palabras vuelan con la misma velocidad que los puños, y Du Plessis no se corta en expresar su punto de vista sobre la megaestrella irlandesa del octágono.
Desde el ambiente tenso y electrizante del UFC Apex de Las Vegas, donde los combates definen carreras, Du Plessis no solo está al tanto de lo que sucede dentro de la jaula, sino también fuera de ella. McGregor, a pesar de sus altibajos dentro del octágono, sigue siendo un gigante en el deporte, más por sus movimientos fuera de la jaula que dentro últimamente. Y es que, aunque su récord reciente no sea la joya que solía ser, Conor ha trascendido las cuerdas convirtiéndose en un ícono cultural y un imán de ventas, algo que Dricus no hace más que reconocer.
Hablemos de los números: el irlandés sigue siendo una de las figuras más influyentes en el ranking económico del UFC. Sin embargo, los verdaderos fanáticos de las “artes marciales mixtas” conocen el valor del octágono, donde los golpes llevan más peso que las palabras o las riquezas. Du Plessis, un guerrero que ha labrado su camino con sangre y tenacidad, reconoce que, mientras McGregor puede estar disfrutando de un trago en su yate, otros luchadores están quemando el alma en el gimnasio.
La técnica de Du Plessis en la jaula es todo un espectáculo. Conocido por su versatilidad, combina eficazmente striking con un grappling afilado, manteniendo a sus oponentes siempre en un estado de alerta. No obstante, el sudafricano deja claro que, más allá de los lujos y el glamour, el respeto verdadero se gana entre las cuatro paredes del cuadrilátero, entre combinaciones devastadoras y defensa implacable.
Pero volvamos a McGregor. Al rey de las estrategias de marketing y provocaciones, que sabe exactamente cómo manejar el juego mental y mediático, y cuyo estrellato ha cruzado fronteras. Muchos peleadores sueñan con tener su nivel de fama, pero muy pocos con su tipo de legado errático de los últimos años, lo cual genera esa dualidad de respeto y recelo que menciona Du Plessis.
“Hay una línea fina entre admiración y envidia”, dice Dricus, y no le falta razón. Aunque cada peleador tiene su camino, y este deporte sigue siendo de quien logra someter al rival bajo las luces brillantes, Du Plessis recalca que, al final del día, no hay nada que envidiarle a alguien que no pisa tan a menudo el lienzo ensangrentado del octágono.
Con una división siempre en cambio y una jaula que no perdona, estas palabras resuenan con fuerza: el respeto se sigue ganando del modo más antiguo y brutal en este deporte. Con pie firme y empuñaduras listas, Du Plessis está listo para seguir su camino. Mientras el mundo observa a esa figura en el yate, Dricus recuerda que el verdadero trono sigue estando en el centro del octágono.
¿Es tiempo de que saquemos las cuentas y veamos quién realmente gobierna en la jaula? Seguiremos de cerca el destino de estos peleadores con la misma intensidad con la que siguen enfrentándose en el octágono. Al fin y al cabo, ¡en este juego solo los más fuertes sobreviven!